Veneno

Por fin el día parece oscurecerse, escondiéndose el sol tras negras nubes que anuncian una violenta tempestad.
Sin embargo, el día es soleado y apacible. Un día especialmente agradable para cualquier otra persona que habite en este mundo, y es que la tormenta está en mi interior. Crece con premura dentro de mí.

Poco a poco el corazón va corrompiéndose, apartando las buenas intenciones para dar rienda suelta a la ira y la frustración. Siento como la sangre va elevando su temperatura hasta el punto de sentir puras llamas de furia correr por todas las venas de mi cuerpo. Entonces la tensión se dispara, los oídos se taponan, produciendo un ensordecedor pitido que da paso a una violenta explosión de incontrolable rabia, que sin compasión llena todos los rincones de esta estancia.
Todos los sentimientos puros e inocentes sucumben ante la onda expansiva que hasta mi mirada nubla, dejando un yermo y desolador paisaje, descubierto, frágil y vulnerable. Pero eso no importa. A nadie le importa, mientras siga con esa sonrisa pintada en la cara que a todo el mundo complace y les hace sentir mejor consigo mismo.

Sembraste tanto veneno en mí, que ya no distingo si estoy vivo, o si aún sigo flotando inerte en tu recuerdo, amargo como la hiel. Y entonces vuelvo a explotar; tu recuerdo me enfurece hasta tal punto que pierdo la razón. Los ojos parecen querer salirse de las cuencas, al igual que mi cara se desencaja al gritar con ira, mientras todo lo que se va interponiendo en mi camino explosiona fruto de una lluvia de cólera.

La única esperanza que me queda es la de soñar con la mano que logre apaciguar el demonio que invade mi corazón, la mano que seque mis lágrimas, unas lágrimas que corren como ríos, como venas que desangran lentamente mi corazón.
Ya sólo queda el anhelo de que tu recuerdo desaparezca y pueda ser libre, al fin.
Que todos esos jirones de nubes oscuras y tenebrosas se disipen, dejando pasar los rayos de sol que vuelvan a mostrarme el camino a seguir, para llegar junto a ti.

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