Charlotte, la oportuna.

Charlotte no sabe qué más decir, qué más hacer ni qué más pensar. Es una prisionera, prisionera de un edificio en llamas, un edificio que se viene abajo.
Vaya mal momento para irse a meter en un edificio a punto de ser incendiado.
Siente como se desangra, como los cristales de las ventanas que estallan por el calor, cercenando sus carnes, sus venas , su piel. Su blanca y lisa piel.
Su corazón late con tanta violencia que sabe que pronto explotará. La hemorragia es inevitable.
Nota la presión en su cráneo. Su cerebro no soportará mucho más.
Con lo lista que era ella... una lástima, un desperdicio.
Los trozos del viejo tejado comienzan a caer, dejando entrar en el edificio la tormenta que sacude el exterior.
Ahora Charlotte puede ver como las llamas que consumen su cuerpo, se combinan con la furia de la lluvia torrencial.
El cuerpo cae, se deshace. En el suelo puede apreciarse algo aún, algo característico de Charlotte. Una mueca de dolor. Eso es todo lo que queda de ella.
Adiós Charlotte, que tengas un buen día.

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