Oscuridad y cristales rotos

Estás mal.
Sientes dolor, confusión, rabia, pena y frustración.
Te aíslas en una caja de cristal, con la esperanza de salpicar a aquellos que quieres cuando explotes.
Pero a veces, esos viejos y nuevos demonios que te atormentan, no los puedes ahuyentar tu solo, pero la realidad es ésa, no cuentas con nadie más.
Todo comienza a oscurecerse a tu alrededor, y ves como la gente se marcha, poco a poco, ante tus ojos, sin hacer nada para evitarlo.
Y ahí estás tú, solo, dentro de tu caja, sin saber qué hacer ni qué decir. Pero lo único que te importa, es no causar problemas a las personas que realmente te importan, la gente que quieres.
La luz termina de apagarse, y todo queda a oscuras, mientras la caja se resquebraja y sales de ella despacio. Pero afuera no hay nadie esperando, y si hay alguien, no puedes verle.
Entonces qué queda?
Tan sólo el vacío: los que dijeron que permanecerían a tu lado, huyeron; los que te querían, se cansaron de esperar; y los que te odiaron, hoy se alegran de verte así, hundido.
Sientes que al otro lado de la oscuridad, hay alguien, que te observan, pero no puedes llegar a ellos, de manera que esa oscuridad que te engulle, se hace más y más intensa, pesada, casi sólida, aplastándote contra el suelo, y tu mano, levantada, expectante de ser asida por otra mano, sucumbe a la oscuridad.

Sabes que saldrás de la pesadilla, pero sufres más por no herir a los demás, que por ti mismo.

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